TENGO QUE VIVIR LA INSUFICIENCIA
Por: jeanne de salzmann
Para tener un contacto con los centros superiores, hay
que aumentar la intensidad de las vibraciones de los centros
inferiores.
La vibración se intensifica en la visión y en el sufrimiento
de lo que falta.
Aparece un sufrimiento, un sufrimiento consciente.
«Si», pensamos, «yo sé. Mi pensamiento y mi cuerpo deben
estar juntos...», pero, qué es lo que esto quiere decir?
¿Acaso siento bien, acaso tengo una sensación de la
energía que está en mi mente, que está en mi cuerpo, que está en mi
sentimiento?
¿Puedo ver su movimiento?
¿Comprendemos el cambio que necesita hacerse en los
centros?
Las energías no pueden quedarse aisladas: o están tomadas
o actúan.
Si no estoy relacionado con una energía de un nivel
superior, sólo puedo estar tomado.
La energía necesita estar en contacto con una energía más
alta que, por su calidad, libera la atención de la acción de otras energías.
Pero el vínculo es difícil de establecer, porque todas
mis acciones me atan.
Hay un sentimiento que no ha aparecido en mí.
Necesito una relación consciente que me libere de
estar tomado a diestra y siniestra, y necesito un sentimiento sin el cual
la relación no dura.
Para esto debo quedarme delante, tengo que vivir la
insuficiencia.
Sobre todo, necesito ver que en ese esfuerzo de relación
la intensidad nunca es la misma en la cabeza y en el cuerpo.
Por eso, la relación nunca es real.
A todo lo largo de nuestro trabajo, encontramos en
nosotros una resistencia.
Tocamos a cada instante la negación de eso que viene a
afirmarse, a veces hasta con violencia.
Pero sin esa negación no tendríamos la posibilidad
de evolucionar.
Nuestra energía no sería transformada.
Cuando, por ejemplo, una energía es liberada por una
sensación más profunda, un rechazo, una duda, un
temor, una emoción aparece.
La sensación que iba a expandirse se hace más viviente, deja
pasar la energía a los centros emocionales e intelectuales, que vibran
entonces de una manera brutal.
Sin haber sido transformada, la energía se proyecta bajo
la forma de movimientos exteriores, palabras o acciones que nos debilitan.
Pero, si en el momento en que aparece la fuerza
contraria, la negación, veo de qué está ella compuesta, puedo mantenerme
entre los dos umbrales y, con un esfuerzo especial, llegar a
separar los elementos que parasitan esa emoción negativa.
Así, tal vez, si mi esfuerzo es sincero y si es
suficiente, se puede establecer un contacto con un centro emocional de otro
tipo.
Para ello, debo estar presente en el momento de fricción y vivirlo
sin tomar partido para que se produzcan energías finas.
Al tratar de dejar que esa energía circule libremente en
mí, me anime, es decir, sea mi amo, llego a conocer los límites dentro
de los cuales esto me es posible.
Siento algunos lugares, siempre los mismos, que son nudos
de
contracción donde persiste una actitud de mi ego que tengo una gran dificultad
en deshacer.
Es una mueca de mi cara, una rigidez de mi nuca, un movimiento de
satisfacción conmigo mismo al levantar mi cabeza, o un dejarse ir
sin aceptación.
Necesito conocer esos puntos donde se esconde mi
rechazo, donde mi ego se protege a sí mismo y no es tocado.
Sufro de mi falta de relación, de mi incapacidad.
Estoy cerrado, el paso no está libre.
Hay que sufrirlo, es decir, quedarse delante, aceptando que hay
una fricción.
La fuerza positiva aparece, pero la fuerza negativa está
allí, el conflicto entre el si y el no.
Veo la pasividad y necesito conocer mi caída, verme
abdicar de mi deseo de ser, para ir hacia el sueño.
Pero necesito conocerlo, luchando para observar los
cambios constantes en mí mismo, más que tratar prevalecer sobre ellos.
Al quedarme delante, una energía voluntaria, consciente de una
calidad más alta, se desarrolla.
La sensación y el pensar se intensifican por la demanda constante
de una sensación consciente, por la fuerza activa de la atención que
mantiene la relación entre estos dos centros.
Un nuevo sentimiento aparece, cuando las condiciones del
sufrimiento están allí y son aceptadas, hasta deseadas.
Acepto mi impotencia y sufro.
Al quedarme delante de mi insuficiencia, la energía se
intensifica y se vuelve una fuerza activa que entonces somete la fuerza pasiva
a la obediencia.
jeanne de salzmann
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