lunes, 1 de febrero de 2016

¿VIVIMOS EN UN MUNDO DE FRUSTRACIÓN?

¿VIVIMOS EN UN MUNDO DE FRUSTRACIÓN?

¿No es únicamente a través del reconocimiento de la escala (la fe) en nosotros mismos que podemos huir de la negación de la vida?

El terrible poder de la negación nos rodea por todos lados.
                         
Alguna expe­riencia extraordinariamente mala, algún desastre horrible, alguna pérdida, evoca inmediatamente el espíritu de negación en nuestros pensamientos.

Lo vemos todo negro.

Parecemos ser únicamente hijos del tiem­po que pasa, que vivimos en un mundo de frustración que no comprendemos.

Entonces el mundo nos parece únicamente algo maligno.

Nuestra atención la atrae únicamente el peor lado de las cosas.

La voluntad se torna negativa.

¿Cómo podremos entonces sin aquellas ideas nuevas que nos indican qué hacer, evitar el caer en la apatía que se caracteriza por el hecho de que ya no tratamos de comprender nada, sino que 'alegre­mente' o de cualquier otro modo seguimos adelante como buenamente sea?

Kierkegaard halló la solución con DECIRLE, 'SI' A LA VIDA, en querer la repetición de los acontecimientos.

BARTH dice:

'Cuando por alguna ra­zón generalmente valedera se enfría el entusiasmo de la "afirmación de la vida", los hombres se volverán hacia la "negación de la vida" protestando que el mundo es malo en sí, que está creado de vanidad, ya por volición propia, o ya como juguete de algún demiurgo'. (Barth, Romanos).

Es entonces cuando el mundo se ve como obra de algún demonio, como lo vio Ramsay.

Tan sólo una actitud muy especial puede rescatarnos.

La necesidad de crear algo adicional en nosotros.

La con­cepción de un posible estado superior, verificable psicológicamente, es una respuesta a esta situación.

¿No es tan sólo mediante el ver que la creación está sujeta a la vanidad y a la frustración como puede el hombre hallar suficiente fuer­za en sí mismo para asir su vida y comenzar a separarse del caos interno y externo?

Descubrirá que el secreto lo lleva en sí mismo, en su voluntad de llegar a ser otra cosa —llegar a ser algo, pues el 'si' yace en lo que él es y lo que él es, es el ser.

Entonces dejará el hombre, de ver al mundo como únicamente vanidad, sino que lo verá como una serie de condicio­nes (a menudo de gran significado para él mismo) a fin de ejercitar su alma.

Pero sin tener idea de que hay tal ejercicio y sin comprender que el universo está en él mismo para que él mismo cambie y que su crecimiento interior es para él una serie de transformaciones mentales en si, el hombre permanecerá siempre preocupado de aquello que le parecerá una confusión de la vida exterior sin comprender 'por qué' ella no le da lo que espera y así seguirá culpando o bien tratando de resolver problemas que por la acción misma del tiempo que pasa, no pueden ser resueltos externamente.

Maurice Nicoll