¿VIVIMOS EN UN MUNDO
DE FRUSTRACIÓN?
¿No es únicamente a
través del reconocimiento de la escala (la fe) en nosotros mismos que podemos huir
de la negación de la vida?
El terrible poder de
la negación nos rodea por todos lados.
Alguna experiencia
extraordinariamente mala, algún desastre horrible, alguna pérdida, evoca
inmediatamente el espíritu de negación en nuestros pensamientos.
Lo vemos todo negro.
Parecemos ser
únicamente hijos del tiempo que pasa, que vivimos en un mundo de frustración que
no comprendemos.
Entonces el mundo nos
parece únicamente algo maligno.
Nuestra atención la
atrae únicamente el peor lado de las cosas.
La voluntad se torna
negativa.
¿Cómo podremos
entonces sin aquellas ideas nuevas que nos indican qué hacer, evitar el caer en
la apatía que se caracteriza por el hecho de que ya no tratamos de comprender
nada, sino que 'alegremente' o de cualquier otro modo seguimos adelante como
buenamente sea?
Kierkegaard halló la
solución con DECIRLE, 'SI' A LA VIDA, en querer la repetición de los acontecimientos.
BARTH dice:
'Cuando por alguna razón
generalmente valedera se enfría el entusiasmo de la "afirmación de la
vida", los hombres se volverán hacia la "negación de la vida"
protestando que el mundo es malo en sí, que está creado de vanidad, ya
por volición propia, o ya como juguete de algún demiurgo'. (Barth, Romanos).
Es entonces cuando el
mundo se ve como obra de algún demonio, como lo vio Ramsay.
Tan sólo una actitud
muy especial puede rescatarnos.
La necesidad de crear
algo adicional en nosotros.
La concepción de un posible estado superior, verificable
psicológicamente, es una respuesta a esta situación.
¿No es tan sólo
mediante el ver que la creación está sujeta a la vanidad y a la frustración
como puede el hombre hallar suficiente fuerza en sí mismo para asir su vida y
comenzar a separarse del caos interno y externo?
Descubrirá que el
secreto lo lleva en sí mismo, en su voluntad de llegar a ser otra cosa —llegar
a ser algo, pues el 'si' yace en lo que él es y lo que él
es, es el ser.
Entonces dejará el
hombre, de ver al mundo como únicamente vanidad, sino que lo verá como una
serie de condiciones (a menudo de gran significado para él mismo) a fin de
ejercitar su alma.
Pero sin tener idea
de que hay tal ejercicio y sin comprender que el universo está en él mismo para
que él mismo cambie y que su crecimiento interior es para él una serie de
transformaciones mentales en si, el hombre permanecerá siempre preocupado de
aquello que le parecerá una confusión de la vida exterior sin comprender 'por
qué' ella no le da lo que espera y así seguirá culpando o bien tratando
de resolver problemas que por la acción misma del tiempo que pasa, no pueden
ser resueltos externamente.
Maurice Nicoll